Una bici
Estaba rota, los neumáticos destrozados, vieja, mohosa. Era una bici pequeña, con el sillin bastante bajo, la cadena inservible, los piñones gastados. ¿Qué hacía allí? Amarrada con cadena a una farola, parecía llevar allí más de un mes por el aspecto, atada, quieta, sin vida. Cuando ves a un niño en una bicicleta ¿qué piensas? ¿te acuerdas de cuando aprendiste a montar en bici? La sensación esa de, guau, estoy en equilibrio, no me voy a caer, no me voy a ir al suelo. Y luego te vas, y luego la montas diez mil quinientas veces más, pero nunca, jamás, como esa primera vez, cuando parecía que te ibas al cielo con la bici... Cuando ves a los niños en bicicleta los ves a ellos y a su ilusión o como quieras llamarlo... Pero si ves a una bici muda, sola, rota, atada inútilmente a una farola, incomprensible allí en medio de una avenida, con el paso del tiempo en el manillar y el desgaste de los días en la cadena... Yo qué quieren que les diga. Yo me pongo raro y me da por pensar estas cosas. Inmediatamente se me viene a la cabeza que hay personas que son como esa bici, atadas inútil e incomprensiblemente a una farola, solas en medio de una avenida, rotas, destrozadas, raídas, mohosas, oscuras.
Pero vamos, seguí pa’lante y vi un BMW aparcado en una esquina. Tenía diez dedos de polvo y las parte trasera como la furgoneta del Equipo A. Así que bueno, se me pasó el Strange Mood.
Pero vamos, seguí pa’lante y vi un BMW aparcado en una esquina. Tenía diez dedos de polvo y las parte trasera como la furgoneta del Equipo A. Así que bueno, se me pasó el Strange Mood.
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