Reflexiones de una tarde de viernes
Hace un poquito de calor, no mucho ni poco, ni tampoco nada. Lo justo. Es decir, se siente, se palpa, se augura, es incipiente, se intuye. No cala pero llega a percibirse en los poros de la piel todavía no sudada. La tarde cae sobre una bicicleta abandonada, sobre un gato borracho tirado a la sombra. En los árboles, la caricia del levante, una caricia bastante caprichosa, un lametón sin ninguna gracia, a veces. Allá en una pared, en la esquina, una pareja comienza a hacer el pino, ensayando malabares absurdos que aprendieron en el circo. "me lo enseñó mi primo el Tela" Y él se ríe. En la otra esquina, un viejo escucha la radio apoyado en un coche que no es suyo. Miles de libélulas cruzan ahora el Danubio. Termino ya, porque no sé qué carajo estoy escribiendo.
Saludos y buen fin de semana.
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